«Advertimos, las imágenes y testimonios pueden herir la sensibilidad de algunas personas»
“Ley humanitaria” para militares de Punta Peuco: La trampa legal que indigna a organizaciones de DD.HH.
Conmutar las penas a reos que cumplan con los requisitos en medio del COVID-19, un requerimiento en el Tribunal Constitucional para declarar “discriminatoria” la ley, presentado por senadores de Chile Vamos, y la eventualidad de que criminales de lesa humanidad pasen a arresto domiciliario argumentado “razones humanitarias”, son parte de la trama que crispó los ánimos entre el gobierno y el oficialismo durante la semana recién pasada. Sin embargo, para el gobierno, y en particular para el ministro Hernán Larraín, la preocupación hoy es otra: lograr que el proyecto de ley avance para así descongestionar las cárceles frente a la expansión del coronavirus en Chile.
Si bien, el proyecto de conmutación de penas presentado por el ministro el 25 de marzo fue despachado por el congreso, beneficiando a cerca de 1300 reos dentro de los que se encuentran mujeres embarazadas o con hijos menores a dos años, adultos mayores y enfermos terminales, este dejaba fuera la disposición que establecía sanciones para quienes incumplieran con el arresto domiciliario.
La normativa fue rechazada por parte de algunos diputados del mismo oficialismo, quienes más tarde, encabezados por el senador Francisco Chahuán, presentaron un requerimiento ante el Tribunal Constitucional por considerar el proyecto de ley como discriminatorio en su artículo 15, al no incorporarse a prisioneros que hoy cumplen sus condenas en el penal Punta Peuco. Una arremetida que terminó por incomodar al gobierno.
De declararse admisible el requerimiento “significaría que no sólo saldrían beneficiados con este indulto personas condenadas por delitos lesa humanidad, saldrían beneficiados también violadores, abusadores sexuales, femicidas o parricidas”, argumentó el ministro de Justicia. Finalmente, la tarde de este martes el Tribunal Constitucional resolvió ingresar el requerimiento a tramitación parcial al declararlo admisible y llamó para el 13 de abril a una audiencia pública.
Testimonios de quienes fueron víctimas de los mas horrendos crímenes de lesa humanidad y que saldrán libres.
«Nosotras, que estábamos vendadas, escuchábamos las torturas, los gritos de las personas y las órdenes de traer agua hirviendo. Después a mí me hacían limpiar el lugar, donde había restos de piel, de pelo… no quiero seguir hablando»
Las técnicas de tortura aplicadas en Villa Grimaldi y en Chile desde el 11 de septiembre de 1973 han sido descritas en detalle, clasificadas y evaluadas por diversos organismos nacionales e internacionales que han trabajado en base a testimonios de ex-prisioneros. Les describimos algunas de las aplicadas en el ex Cuartel Terranova:
La ‘parrilla’: ésta era la forma más habitual de tortura. Consistía en un catre de metal sobre el que se amarraba desnudo al detenido para proceder a aplicarle descargas de corriente eléctrica sobre distintas partes del cuerpo, especialmente aquellas más sensibles como labios o genitales, y aun sobre heridas o prótesis metálicas. Una modalidad particularmente cruel de este método consistía en la utilización de un camarote metálico de dos pisos; como modo de presión y debilitamiento psicológico, se colocaba al interrogado en la cama inferior y en la superior se torturaba a un familiar o un amigo.
‘Colgamientos’: la víctima era colgada de una barra ya sea por las muñecas, o por muñecas y rodillas. En ambos casos, al dolor producido por el peso del cuerpo colgado por largo tiempo se sumaba la aplicación de corriente eléctrica, golpes, heridas cortantes y vejámenes.
‘Submarino húmedo’: hundimiento de la cabeza en un recipiente con agua, generalmente sucia o con otro tipo de líquido; la cabeza era mantenida sumergida hasta un punto cercano a la asfixia. Similar efecto se conseguía mediante el llamado «submarino seco», que consistía en la colocación de una bolsa plástica en la cabeza de la persona impidiendo la entrada del aire, también hasta un punto cercano a la asfixia.
A los métodos de tortura descritos, se sumaban otras prácticas habituales de tortura y malos tratos: golpes de todo tipo, algunos tan violentos que lograban provocar graves lesiones físicas, o golpes imprevistos dados a una persona con la vista vendada. Las violaciones y vejaciones a mujeres y hombres delante de sus esposos, padres y compañeros era una forma habitual de tortura, ejerciendo incluso la tortura y la violación con perros amaestrados.
Villa Grimaldi mantenía una actividad permanente, prácticamente sin interrupciones. Los equipos operativos entraban y salían del lugar las veinticuatro horas del día, se traía a detenidos en cualquier momento y se torturaba a toda hora. Al interior del recinto se daba un ambiente de degradación generalizada. Además de las torturas durante los interrogatorios, tanto los oficiales como los demás agentes operativos y algunos guardias vejaban y golpeaban permanentemente a los detenidos.
Violaciones y torturas: así se ensañaba con las mujeres la dictadura de Augusto Pinochet
Un libro publicado con motivo del 46 aniversario del golpe militar en Chile busca acercar a la población masiva los principales testimonios del Informe Valech, elaborado por la Comisión Nacional sobre Prisión Política y Tortura quince años atrás. Violaciones, torturas a embarazadas y a menores de edad formaron parte de un capítulo especial de la dictadura militar15 de septiembre de 2019
Por violación de los torturadores quedé embarazada y aborté en la cárcel. Sufrí shock eléctricos, colgamientos, «pau-arara» , «submarinos», simulacro de fusilamiento, quemadura con cigarros. Me obligaron a tomar drogas, sufrí violación y acoso sexual con perros, la introducción de ratas vivas por la vagina y todo el cuerpo. Me obligaron a tener relaciones sexuales con mi padre y hermano que estaban detenidos. También a ver y escuchar las torturas de mi hermano y padre. Me hicieron «el teléfono», me pusieron en la parrilla, me hicieron cortes con yatagán en mi estómago. Tenía 25 años. Estuve detenida hasta 1976. No tuve ningún proceso (Región Metropolitana, 1974)
El relato anterior es uno de los de 3.399 relatos de mujeres que recibió la Comisión Nacional sobre Prisión Política y Tortura entre 2003 y 2004, y que fue volcado en el capítulo V del Informe Valech, titulado «Métodos de tortura: definiciones y testimonios». Allí se distingue de los métodos convencionales de tortura (golpizas reiteradas, lesiones corporales deliberadas, colgamientos, posiciones forzadas, aplicación de electricidad, amenazas, simulacros de fusilamientos, humillaciones y vejámenes, desnudamientos, agresiones, etc), de la violencia sexual ejercida contra mujeres, definido como un «crimen de guerra o de lesa humanidad».
Casi todas las mujeres que declararon en el informe dijeron haber sido objeto de violencia sexual sin distinción de edades, y de ellas, 229 cursaban embarazos. Como consecuencia de las torturas sufridas, 20 abortaron y 15 tuvieron a sus hijos en presidio. El libro Así se torturó en Chile (1973-1990) (Editorial La Copa Rota), editado por Daniel Hopenhayn y publicado con motivo del 46 aniversario del golpe de Estado de Augusto Pinochet, recogió los principales pasajes y los antecedentes históricos de la tortura practicada en Chile en los 17 años de la dictadura militar.
De acuerdo con declaraciones de Hopenhayn hechas a la prensa chilena, su objetivo con esta publicación era reivindicar el valor de dicho informe (publicado hace 15 años y que consta de unas 500 páginas) y acercarlo a un público más amplio haciéndolo más accesible.
Fui llevada a (un recinto del Ejército) y fui objeto de abuso sexual. Nos llevaron detenidas con mi hermana y una amiga. Yo fui la primera en ser interrogada. Me hicieron pasar a una pieza donde había tres milicos con su rostro tapado, tenían una bolsa negra en la cabeza , uno por uno me hacían preguntas, pero yo no sabía nada por lo tanto no podía responderle nada. Entonces uno de ellos se bajó los pantalones y sacó su pene y me obligó a que se lo tenía que enderezar con mi boca. Después vino el otro y el otro. En total fueron tres milicos que tuve que enderezárselo, el último se fue en mi boca, no sé quienes fueron o cómo eran porque estaban encapuchados. Lo único que sé es que mi vida nunca volvió o volverá a ser como antes, ya que en ese tiempo era solo una estudiante. Por lo ocurrido no pude continuar estudiando hasta ese momento (…) lo único que sé es que no puedo olvidar nada. Consta que estuvo detenida 12 días en la cárcel sin registrar proceso y egresó por falta de méritos (Testimonio de una joven de 14 años, de la región VII Región, 1973)
A los informes del Informe Valech, el periodista de The Clinic Daniel Hopenhayn agrega una larga introducción en la que da contexto a los métodos de tortura y detalla su aplicación por parte de las Fuerzas Armadas chilenas. Con el fin de obtener información, inducir confesiones, llevar adelante un ritual aleccionador, extenuar física y psicológicamente a los enemigos de la autoridad, los militares han perpetrado episodios que hablan de racionalidad y bestialidad en un mismo movimiento. Hopenhayn reflexiona sobre esta ambivalencia para afirmar: «Las conductas aberrantes a que esta política da origen, los desbordes de odio visceral, el goce que una alta proporción de los torturadores descubre en su labor, se resisten a ser explicados por esa racionalidad institucional. El caso chileno ofrece ejemplos de sobra».
Más tarde, se interroga sobre los debates de una sociedad que ha debido atravesar un proceso semejante, entre torturadores y torturados, y lo que para él es el motivo último de la publicación del libro. «Entre los indignados y los satisfechos, sin embargo, existe un tercer grupo: los indiferentes. Esa insondable marea humana en cuyas espaldas descansa la impunidad de la bestia. Para llenar ese espacio con voluntades despiertas es que las sociedades contemporáneas concibieron un nuevo género narrativo, y a la vez patrimonial: la memoria histórica, construida con los testimonios y evidencias de aquello que no puede volver a repetirse. El Informe Valech, así como este intento de aportar a su difusión, sin duda se inscriben en ese campo».
Específicamente sobre la violencia sexual, los militares y agentes secretos de la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA), tenían algunos recintos de tortura especializados. Lugares como Venda Sexy o La Discotéque, esta última ubicada en la capital, Santiago. De acuerdo con el libro, «tenía música ambiental permanente, a alto volumen (…) En este recinto se practicó con especial énfasis la tortura sexual. Eran frecuentes las vejaciones y violaciones sexuales de hombres y mujeres, para lo que se valían además de un perro adiestrado».
Después de 30 años, sigo llorando. Cuando fui detenida estaba embarazada de tres meses. Estuve en la Comisaría de (se omite). El carabinero a cargo me amenazaba de que me iba a violar. En una carpa de campaña en el patio obligaron a un dirigente sindical a violarme y manosearme a la vista de dos carabineros a cargo. Me amenazaron con sacarme las uñas de los pies (no lo hicieron, sí a otros compañeros). En (se omite) tuve un simulacro de fusilamiento… Estuve incomunicada en bancas días y noches. Vendada todo el tiempo. Era obligada a observar la tortura de otros y era amenazada de que me violarían nuevamente. En los interrogatorios me desnudaban , me manoseaban y me sentaron en la silla dental y me pusieron corriente en los pechos, garganta, vientre, piernas… Fui a dar al hospital en diciembre del 73 (X Región, 1973)
De las detenidas que testificaron para el informe, 15 dieron a luz estando en prisión. Muchas de ellas quedaron embarazadas producto de las violaciones a las que fueron sometidas. Otras, también, tuvieron abortos en prisión, ya sea espontáneos o provocados. Una mujer de 29 años, hija de una detenida de 15 que fue violada por su torturador, relató: «Yo represento la prueba gráfica, represento el dolor más grande, lo más fuerte que ha vivido mi mamá en su vida (…) Después que me contaron, empecé a tomar, tomaba todo el fin de semana, escondida. Por eso siento que tengo muchas lagunas de mi adolescencia (…) Siento que nosotros, los niños nacidos igual que yo, fuimos tan prisioneros y torturados como los que estuvieron presos».
En su momento, el impacto del informe Valech fue sintetizado en una frase, que vuelve a la cabeza cuando se leen los fragmentos recogidos por el libro: «Nunca me imaginé que se hubiera llegado a tanto». Fue el resultado de una comisión encabezada por monseñor Sergio Valech y entre sus conclusiones figuran el reconocimiento de casi treinta mil chilenos como víctimas del terrorismo de Estado. Muchas de estos métodos de tortura publicados en el informe y en la reciente publicación, llegaron a Latinoamérica a partir de 1959 desde Francia, y luego fueron reforzados desde Estados Unidos.
De forma similar a lo que ocurrió en otros países de la región que sufrieron dictaduras similares, contaron con cómplices locales que van desde la prensa hasta el personal médico que «cuidaba» a las víctimas para que se les pudiera seguir flagelando. En el caso chileno, casi el 90% de las víctimas fueron hombres, en su mayoría menores de 30 años al momento de los vejámenes.
Citado por el diario El País, Hopenhayn explicó: «Cuando te enfrentas a estos relatos, te das cuenta de que una sociedad no puede saber que torturó si no sabe cómo torturó (…) No se trata de que una sociedad lo piense dos veces antes de volver a torturar, porque entonces lo terminará haciendo. Se trata de que abomine de ello con la sola idea de pensarlo».
INFORME VALECH: “ÚNICO EN SU ESPECIE”
R.M.
El libro editado por Daniel Hopenhayn se centra en los métodos que la dictadura utilizó para torturar, con qué objetivos específicos, cómo se eligió a las víctimas y en virtud de qué política institucional. Así se torturó en Chile explica, adicionalmente, que la elección de los métodos de tortura no fue casual.
“Muchos de estos métodos de tortura se pueden rastrear ya en la antigua Grecia, pero los que se aplicaron en Chile eran los del manual de la guerra antiterrorista que el ejército francés concibió en los años cincuenta –tras ser derrotado por el Viet Minh en la guerra de Indochina− y que estrenó en la Batalla de Argel (1957)”, indica el periodista chileno.
“De allí surgió lo que en América Latina se llamó Doctrina de Seguridad Nacional, que los militares franceses que habían actuado en Argel enseñaron en los sesenta en las academias militares estadounidenses y que estas últimas traspasaron a los ejércitos latinoamericanos con el objetivo de prevenir la insurrección comunista en la región”, indica Hopenhayn.
Para el editor de Así se torturó en Chile, el informe de la Comisión Nacional sobre Prisión Política y Tortura, formada en el Gobierno del socialista Ricardo Lagos (2000-2006), es “único en su especie”: “Durante el siglo XX hubo decenas de países cuyos Estados hicieron de la tortura una política pública, pero creo que ninguno hizo un esfuerzo de esta magnitud por reconstruir los hechos”. De ahí que, según el periodista, el resultado no solo sea crucial para la memoria histórica de Chile, sino de primer interés para cualquier persona interesada en comprender el despliegue institucional, territorial y social de una política sistemática de tortura.