Mientras el mundo ataca esta pandemia del Corona Virus, realizando todos los esfuerzos gubernamentales posibles, en Chile estamos lejos de ponerle freno a esta mortal enfermedad.
Más de 1.5 Millones de personas, no cuentan con algo tan primordial como es lavarse las manos para prevenir contagios del virus.
Así lo denuncia Rodrigo Mundaca, secretario general de Modatima en twitter
Comunicado de Modatima por coronavirus
En un artículo de National Geographic España, le dan la real importancia al agua como el primer medio para contrarrestar las infecciones.
La importancia de lavarse las manos frente al coronavirus
La expansión del coronavirus ha puesto en valor una medida higiénica básica que ayuda desde tiempos pretéritos a luchar contra las enfermedades. Lavarse las manos con agua y jabón es una medida de prevención esencial que sirve para cerrar la puerta a bacterias, virus y hongos. Te explicamos por qué.
La alarma suscitada por el coronavirus ha puesto de relieve la importancia que tiene lavarse las manos habitualmente, no solo para mantener unos hábitos mínimos de higiene, sino también para prevenir ciertas enfermedades de fácil transmisión originadas por virus y bacterias. Para entender su importancia, hay que tener en cuenta que nuestras manos son un paraíso para todo tipo de microorganismos: ya sean bacterias, virus o hongos, que suelen instalarse en ellas con relativa facilidad. Una higiene adecuada, es una solución básica para crear una barrera de entrada a estos agentes infecciosos, responsables de millones de muertes en todo el mundo, sobre todo en países en vías de desarrollo donde no existe un acceso generalizado al agua potable.
Las manos: una puerta de entrada a los microorganismos
Con las manos lo tocamos todo, convirtiéndose en un agente de transmisión de primer orden, máxime si tenemos en cuenta que, a diferencia de las superficies y los objetos, se trata de una superficie calientes y húmeda, con restos de sudor y de descamaciones de la piel que actúan como un imán para todo tipo de microorganismos, incluso en lugares de apariencia inocua. La superficie de un teléfono móvil, por ejemplo, puede llegar a albergar 30 veces más bacterias que un inodoro.
¿Qué es la huella microbiana?
Al tocar cualquier cosa se queda atrás la conocida como ‘huella microbiana’, un rastro que contamina a la siguiente persona que tocamos, lo cual contribuye a multiplicar exponencialmente el potencial de los microorganismos. Por este motivo, cada vez que no nos lavamos las manos estamos potenciando la contaminación microbiana. Es como dar vía libre a un agente infeccioso para que campe a sus anchas sin encontrar barrera alguna.
Lavarse con agua y jabón durante 20 segundos
Por supuesto, para acabar con los gérmenes debemos usar algo más que agua. En este caso, el mejor aliado es el jabón, un producto que nos ha ayudado a combatir de las enfermedades desde los tiempos del Antiguo Egipto y cuya receta ha cambiado poco desde entonces: una solución soluble al agua compuesta por la combinación de un álcali (un compuesto soluble producido a partir de metales alcalinos) con los ácidos del aceite u otro cuerpo graso. Al tocar algo, los gérmenes se adhieren a los aceites y las grasas de las manos, que no pueden desaparecer solo con agua. Sin embargo, al lavarnos con jabón, las moléculas de este componente actúan como una suerte de ‘mediador’ entre el agua y el aceite. Al enjuagarnos, el aceite acoplado a los microorganismos acaba desapareciendo con ayuda del agua.
Para deshacerse de todas esas grasas y microorganismos es necesario tomarse su tiempo y ser minucioso. Según los Centros Para el Control y la Prevención de las Enfermedades (CDC), es necesario dedicarse al lavado de manos al menos durante 20 segundos, sin dejar ningún rincón de la piel sin fregar, con especial cuidado a las uñas, los nudillos y las separaciones entre los dedos.
¿Por qué lavarse es efectivo contra el Coronavirus?
Como explica Pall Thordarson, químico de la australiana Universidad New South Wales, a través de su cuenta oficial de Twitter, los virus están formados de material genético (ARN), unas proteínas externas que les sirven para anclarse a las células humanas (entre otras cosas) y una envoltura de grasa, una membrana) que lo protege todo tanto y que ayuda al virus a propagarse e invadir nuevas células. «El jabón disuelve la membrana lipídica y el virus se desmorona como un castillo de naipes y «muere», o más bien, deberíamos decir que se vuelve inactivo ya que los virus no están realmente vivos». De hecho, según apunta el científico, los desinfectantes, geles, cremas… que contienen alcohol tienen efectos similares, pero en realidad no son tan buenos como el jabón normal. Esencialmente, como apunta Thordarson, «el jabón efectivamente «disuelve» el pegamento que mantiene unido al virus». Aquí el hilo completo sobre la acción del jabón sobre los virus
Organización en defensa del agua Modatima, explica la triste realidad de las y los chilenos.
“Este año, por primera vez desde 1968, tuvimos que llegar a acuerdos de redistribución en plena temporada de riego por la extrema sequía. Los agricultores tuvieron que ceder el 10% de lo que tienen –que ya es una cantidad significativa– para entregar a la toma independiente de Aguas Andinas. Si no lo hacíamos, habríamos tenido que descargar completo el embalse El Yeso para consumo humano, quedando sin agua para el invierno del 2020”, señalan las declaraciones de Natalia Dasencich, secretaria abogada de la Junta de Vigilancia del río Maipo, primera sección.
Sorprendentemente, aun cuando los agrícolas del río Maipo “cedan” agua de forma caritativa a las y los santiaguinos, existe un asunto no asumido que impide la sostenibilidad de nuestro sistema de abastecimiento: las pérdidas de agua potable.
Agua No Facturada (ANF)
No toda el agua producida por las empresas llega a ser efectivamente cobrada (facturada en base al medidor de cada cliente). Esto es debido a las pérdidas (fugas y/ó filtraciones) en las etapas de producción y distribución.
El nivel de agua no facturada depende principalmente del estado de la infraestructura y de la gestión que realice cada empresa. Por ejemplo, en Japón se tiene un porcentaje aproximado de 5% a 3% de agua no facturada, Dinamarca tiene porcentajes menores al 10% e Inglaterra, que tiene un modelo de gestión sanitario similar a Chile, posee cifras cercanas al 20%.
El ANF está constituida principalmente por las pérdidas físicas en la red (por roturas, filtraciones, entre otros), pero incluye otros ítems, en menor proporción, como errores en las mediciones, conexiones clandestinas, fraudes y también usos no facturados: lavados de redes, extinción de incendios, entre otros (SISS, 2019). El nivel de pérdidas efectivo depende de múltiples factores, tales como la antigüedad y materiales de las obras de los sistemas de agua potable, especialmente de las conducciones y redes de distribución; de la calidad del agua cruda y de los robos y hurtos, entre otros.
¿Para qué sirve este indicador? ¿Cuál es la información que nos entrega? La utilidad de este indicador radica en que puede considerarse una aproximación al estado de la infraestructura sanitaria (redes de distribución y recolección). Por ejemplo, mayores porcentajes de ANF puede indicar falta de inversión en mantención y reposición de infraestructura, puesto que mayor volumen de agua se filtraría en las etapas de producción y distribución, antes de su facturación (medidor).
¿Quién paga las pérdidas?
El ANF es un indicador de tal importancia que incluso se encuentra considerado dentro del esquema tarifario (DFL 70/1988). De este modo, se considera un nivel de pérdidas eficiente de hasta un 15% en la etapa de distribución y de hasta un 5% en la etapa de producción.
Sin embargo, el nivel real de pérdidas es mayor (excepto en Aguas Magallanes), puesto que depende de múltiples factores tales como la antigüedad y materiales de las obras de los sistemas de agua potable, especialmente de las conducciones y redes de distribución, de la calidad del agua cruda que determina el lavado de filtros que se requiera en su tratamiento, además de robos y hurtos.
En la zona norte, las empresas Aguas del Altiplano y Aguas Chañar han disminuido significativamente sus porcentajes iniciales de ANF, sin embargo, desde el año 2012 existe una tendencia hacia porcentajes cercano al 30%, junto a las empresas Aguas Antofagasta y Aguas del Valle.
En la zona centro existe una tendencia general a mantener todas las empresas cifras mayores a 30%, siendo el máximo valor asociado a SMAPA en Maipú para el año 2017 (65%).
Por último, en la zona sur las tres empresas Aguas Araucanía, ESSAL y Aguas Patagonia han logrado un paulatino descenso desde un 46%-36% hasta en los últimos años ubicarse entre un rango de 30%-36%, siendo la excepción a esta regla la empresa Aguas Magallanes, toda vez que históricamente ha demostrado los menores porcentajes de agua no facturada nunca mayor al 18%. Incluso al 2018 se ubica como la empresa con menor ANF de este listado con un 14%.
El porcentaje de ANF aumentó el año 2010 para ESSBIO y el 2015 para Aguas Andinas. Prácticamente se mantuvo igual en ESVAL (alrededor del 40%, es decir el doble de lo que se considera una empresa eficiente) y las otras empresas privatizadas posteriormente.
En el periodo 2007-2018, se aprecia que el sistema no ha incentivado a las empresas privadas a producir una disminución significativa de ANF. De hecho, durante el 2017 el ANF a nivel país representó un 33% del volumen de agua producida, 0,8 puntos sobre el valor observado el año 2016 (SISS, 2017). El constante aumento de este indicador evidencia el no cumplimiento con los objetivos de manutención y reposición de los sistemas, aumentando sus resultados económicos y disminuyendo sus compromisos de inversión que está cobrando a sus clientes, al no hacerlo muestra que hay un problema de capacidad de control por parte del regulador, vale decir, del Estado de Chile (Alegría & Celedón, 2006).
Si bien el sistema sanitario chileno basa sus principios en la eficiencia, sus resultados son cuestionables en relación a los altos volúmenes de agua no facturada.
¿Cómo una empresa como Aguas Andinas puede perder más del 30% de su producción y mantener año tras año un nivel de utilidad sobre patrimonio sobre el 20%? ¿Cuál es la explicación de la autoridad a cargo del sector, la Superintendencia de Servicios Sanitarios? Las tarifas no han cumplido con el modelo eficiente, sino todo lo contrario la empresa traspasa sus ineficiencias hacia la cuenta que pagamos mes a mes.
Por ejemplo, en el “Informe a expertos del estudio determinación de tarifas Esval S.A periodo 2015-2020”, la SISS establece que “Esval pretende caminar por el camino contrario (del modelo tarifario): menores eficiencias y mayores tarifas; la empresa pretende traspasar sus ineficiencias a los usuarios aumentando sus niveles tarifarios, emulando el comportamiento de una empresa monopólica…. el nivel de pérdidas de la empresa real (sobre 40%), muy por sobre el promedio del sector sanitario (en torno al 34%) y que la empresa no se ha esforzado por disminuir, ni siquiera en un escenario de sequía que incrementa el valor del agua.”
Las pérdidas y/o fugas se deben entender como las principales ineficiencias a abordar hace más de una década ya que su efecto es perjudicial desde el punto de vista económico, social y ambiental. La pérdida de agua en las redes no es gratis ya que también significa pérdidas de ingresos económicos para las empresas sanitarias, lo cual se puede traducir en un incremento de las tarifas pagadas por las y los ciudadanos. De esta manera, las empresas privadas se abstienen de realizar las inversiones y aun así mantener altas ganancias.
Todas las principales empresas de agua potable y alcantarillado en Chile se encargan de la distribución del agua potable. Este viaje del agua desde las plantas potabilizadoras hacia las y los clientes se sustenta por complejos sistemas de tuberías y/o cañerías que han ido en evolución desde mediados del siglo XX, en conjunto con las ciudades. Vale decir, cada ciudad cuenta con su propia, única y particular sistema de cañerías, bajo los pies de sus residentes. La construcción, mantención y supervigilancia de esta infraestructura siempre ha sido administrada por el Estado debido a su vital importancia, no sólo en Chile sino en el mundo. Sin embargo, eso cambió radicalmente en nuestro país, donde las empresas de agua potable y alcantarillado de las ciudades son gestionadas por empresas privadas e incluso las 4 empresas más grandes, Aguas Andinas, ESVAL, ESSBIO y ESSAL (esta última conocida por causar en Osorno la peor crisis desde la década de los 60) son íntegramente propiedad de multinacionales: AGBAR-SUEZ, de capitales españoles y franceses, junto al Fondo de Pensiones de Ontario Canadá, el fondo de pensiones más grande ese país.
Una de las acciones para revertir esto es la participación ciudadana en 2 procesos claves del sistema sanitario chileno: Procesos Tarifarios y Plan de Desarrollo. Como ciudadanas y ciudadanos exigimos participación en la gestión de un servicio esencial como el agua potable y alcantarillado.
Nicolás Bujes
Modatima
Fuente: Modatima y National Geographic