A propósito del «ataque» e incendio al café literario en providencia: Conozca qué es un ataque de bandera falsa, te sorprenderán las coincidencias.

Las operaciones de bandera falsa son operaciones encubiertas llevadas a cabo por gobiernos, corporaciones y otras organizaciones, diseñadas para aparecer como si fueran llevadas a cabo por otras entidades.

El nombre se deriva del concepto militar de izar colores falsos; esto quiere decir la bandera de un país diferente al propio. Los ataques terroristas en algunas ocasiones son operaciones de bandera falsa, como la estrategia italiana de tensión (enmarcada dentro de la operación a nivel europeo Operación Gladio), en la cual varias explosiones de bombas en los años 1970 se atribuyeron a organizaciones de extrema izquierda, anarquistas y comunistas,[1][2][3]​ y que fueron en realidad llevadas a cabo por organizaciones de extrema derecha en cooperación con los servicios secretos italianos para desacreditar a los movimientos sociales y justificar la represión hacia estos.

Las técnicas de bandera falsa son ampliamente usadas en espionaje para reclutar agentes para espionaje o robo de documentos sensibles, convenciéndolos de que trabajan para gobiernos amigos o el gobierno propio. Esta técnica también se usa para atrapar espías, mediante el uso de un agente que posa como espía del otro lado.

Incendio en Café literario abre dudas sobre quiénes serían los verdaderos culpables

Este sábado, entre las 04:00 y las 07:00 de la madrugada, se registró un incendio en el Café Literario, espacio reconocido por su rol en la propagación y defensa de las artes, destruyendo gran parte del lugar.

Desde la Municipalidad de Providencia, la alcaldesa Evelyn Matthei lamentó los hechos, sosteniendo que el incendio es “una locura colectiva y un odio”, argumentando que se quemaron cerca de 10 mil libros más indumentaria, incluyendo parte del sector de literatura infantil.

Junto con esto, se incendiaron dos carpas que se encontraban en las afueras del Café Literario, habitadas por dos trabajadores del lugar que fueron posteriormente trasladados a la ex Posta Central.

A través de las redes sociales, distintos grupos han reaccionado al incendio, por un lado sosteniendo que fue causado por “violentistas” que participaban de las manifestaciones, y por otro argumentando que dada la hora de los sucesos, no tendrían que ver con la protesta que se realizó en Plaza de la Dignidad.

Recordemos el espionaje de funcionarios de la municipalidad de Providencia infiltrados en las movilizaciones sociales, en particular «La primera línea»

Los espías de Matthei en la Primera Línea: Ex funcionaria demanda a Providencia por obligarla a infiltrarse en Plaza de la Dignidad.

Evelyn Quezada llevaba siete años trabajando como inspectora municipal en Providencia sin ningún inconveniente. Lo hacía bajo la modalidad de contrata y sus labores siempre habían sido las mismas: fiscalizar áreas verdes, supervisar obras y rentas, y gestionar contratos con empresas externas. Pero esas tareas se vieron alteradas la jornada del 19 de noviembre pasado, casi un mes después que detonara el estallido social.

Ese día su jefe directo, Felipe Frez, quien era encargado de planificación del municipio, le dio una orden clara: Debía infiltrarse en las manifestaciones en Plaza de la Dignidad. Evelyn lo encontró una locura, no estaba dispuesta a exponerse a lacrimógenas y gases tóxicos. A pesar que apoya las manifestaciones sociales, no es una persona de marchas: la sola idea de estar ahí, le causaba miedo. Intentó zafarse por todos lados. Pero no hubo caso. Incluso, les recordó que aún tenía fuero maternal por su hijo de un año y 7 meses. No la escucharon. Habló con la directora de fiscalización María Ivonne Johansen para abstenerse de las protestas, pero también fue muy clara.

“Me dijo que tenía que jugármela, demostrar que hacía bien esta pega y que considerara que mi contrato acababa pronto. En otras palabras, me amenazó con despedirme si no hacía la pega. Como necesitaba trabajar, le dije que cuidaría mi trabajo. Soy sola y vivo con mis cuatro hijos. No puedo no trabajar”, cuenta Evelyn a El Desconcierto.

No le quedó otra que aceptar a regañadientes y partir a Plaza de la Dignidad siguiendo las instrucciones de sus jefaturas. Todo por el mismo sueldo, sin ningún bono extra y bajo el mismo contrato. Todo de manera irregular.

“Esto se tradujo, en la práctica, en enviarme a distintas zonas que fueran foco central de la contingencia nacional, principalmente Plaza Baquedano (hoy conocida como Plaza de la Dignidad), con el fin de que yo me infiltrara en la Primera Línea entre los manifestantes para obtener información”, dice Evelyn Quezada en la denuncia, que hoy se tramita en el Tribunal del Trabajo de Santiago, y a la que tuvo acceso este medio.

El primer día como infiltrada, cuenta Evelyn, la nueva rutina consistió en caminar desde metro Tobalaba al sector del monumento del general Baquedano. Principalmente, observando a los vendedores ambulante, personas en situación de calle y a los manifestantes de la plaza de la Dignidad. El objetivo era evaluar la gravedad de las manifestaciones ciudadanas para armarse un panorama. Evelyn no andaba sola. Estaba acompañada de dos compañeros de trabajo también infiltrados. Todos tomaron nota de lo que sucedía. Sacaron fotos con sus celulares. Y después la información fue entregada a su jefe Felipe Frez, quien luego la traspasó a sus superiores jerárquicos: Carol Vargas, coordinadora de fiscalización; y María Ivonne Johansen, directora de Fiscalización, quienes monitoreaban que cumplieran con las labores de inteligencia municipal.

“Toda esta información iba directo a la alcaldesa Evelyn Matthei”, cuenta la ex funcionaria.

Desde ese día, el foco de investigación se centró en analizar a la Primera Línea de Plaza de la Dignidad. Su jefe le pidió a Evelyn y sus dos compañeros que se vistieran de manera más desordenada para no ser reconocidos como funcionarios municipales. La idea era mimetizarse entre los manifestantes.

“Yo iba con jeans, el pelo amarrado, me sacaba los aros y jockey. Súper desarreglada, se suponía que así se vestían los encapuchados. Uno de mis compañeros iba con la camiseta del Colo. Mis jefes tenían la peor impresión de los encapuchados y los manifestantes. Pensaban que eran puros delincuentes o flaites, lo peor. Tenían una mirada muy despectiva. Y uno tenía que fijarse en esos estereotipos. El nivel de prejuicios que tenían era tremendo. Por ejemplo, pedía que nos fijáramos en los vendedores de la calle, pero para ver si eran extranjeros o no. A ese nivel. Por eso mismo, nos recomendaron hablar medio flaite, con garabatos y mostrando ser chora. A mí me costaba mucho actuar, porque no soy así”, cuenta Evelyn a El Desconcierto.

La petición del jefe era clara y no daba para dobles interpretaciones: “Nos pidió recabar información de cómo se organizaban, quién era el líder de los encapuchados, para cuándo se programaba la siguiente marcha, la cantidad de vendedores ambulantes, quiénes vendían drogas, si eran estudiantes o no, si eran flaites, si andaban con banderas, si vivían en la calle, todo servía”. Pero ninguno de sus jefes les transparentó la finalidad de esa recopilación de información.

Hasta hoy Evelyn tiene un enorme cargo de conciencia. “Cómo quisiera que no tuvieran toda esa información que les dimos, porque no sabemos qué hicieron con ella”, se lamenta.

El chat del ‘Negro Matapacos’

Mientras estaban en Plaza de la Dignidad, tanto Evelyn como sus dos compañeros tenían que estar mandando constantes reportes al whatsapp que armó su jefe para mantenerse informado. Una seudo policía secreta que se comunicaba a través de esa red social. Mensajes que ahora le sirven de prueba a Evelyn y a los que pudo acceder El Desconcierto.

Durante las dos semanas que ella estuvo realizando labores de ‘inteligencia’ municipal, nunca dejó de enviar imágenes y comentarios al grupo llamado Inspección Territorial que tenía como ícono el mencionado emoticón de detective, que luego pasó a llamarse FT y, finalmente, Planificación, el que tenía de foto de perfil al ícono de las marchas: al ‘Negro Matapacos’. Los cambios de nombres de los grupos fueron por precaución. Temían que los descubrieran o tuvieran pinchados los teléfonos.

El chat municipal era muy activo en las horas que los funcionarios estaban en terreno en Plaza Dignidad. Había un traspaso de información de minuto a minuto. Nada se escapaba de los ojos de los inspectores infiltrados. Parecían estar viviendo una película de espionaje.